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Como es costumbre cada vez que el Rojo da una vuelta, pero como hace tiempo que no se veía, la gente de Independiente salió a copar las calles de Avellaneda. La fiesta, que empezó en la puerta de la Sede, siguió en los colectivos y llegó hasta el Obelisco, también se reprodujo en cada plaza del interior del país.

Grande, grande, grande. Sos grande Independiente. Y querido, amado y admirado. Sos Independiente el Rey de Copas, el de América otra vez, el Gran Campeón, el que sale con sus banderas a las calles y plazas de todo un país que te sigue, de una ciudad que está detrás tuyo y de todo un pueblo Rojo que debió esperar quince años para volver a sumar una Copa más a sus nutridas vitrinas, y desde hacía ocho que no podía festejar nada.

Grande es el Rojo que hizo que medio Estadio quedara muy chico para tanta pasión, por eso en las calles de Avellaneda, en la plaza, en la puerta de la Sede Social se veían cada vez más hinchas, delirantes de alegría, que siguieron el encuentro por televisión, y se mezclaban con los que salían del Libertadores de América.

Era emocionante ver la mezcla de generaciones. El abuelo que recordaba los tiempos míticos de Capote De la Mata cantaba con el nieto que recién terminaba de festejar los goles de Parra. El que soñaba con las noches coperas del '70 se abrazaba al que había vivido las gestas de los '90, y se sacaba una foto con el Zurdo López, presente en la final como testigo del último que había alzado un trofeo internacional como DT. Y en todos la misma sensación: gracias por ser de Independiente, el Orgullo Nacional.

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