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Independiente se despidió definitivamente del campeonato, no sólo por ser la tercera derrota consecutiva, sino por juego y actitud. La situación, insostenible, terminó con la salida de Borghi.


Hay una cosa buena del partido de hoy: peor creemos que no se puede jugar. Empezando por ahí, y quizás olvidándonos de que el partido era contra el que hasta ahora se llevaba el título de "peor equipo del campeonato", Independiente deberá inexorablemente mejorar. Y nótese que si decimos "hasta ahora", es porque esta tarde en el estadio Diego Maradona estaba en juego ese lauro, y el ganador fue el Rojo.

El equipo de Borghi se derrumbó como un castillo de cartas. Se veía venir cuando cayó en Rosario. Un Independiente que sumaba empates y alguna que otra victoria agónica, cuando cayera tenía que desbarrancar definitivamente. Para colmo, si alguien jugaba bien, ahora juega muy mal. Y los que eran malos, son peores. Eso es culpa del técnico, sí, pero también algo de parte de los que salen con la camiseta Roja.

Huracán es pésimo. Digámoslo sin medias tintas. El equipo de Parque de los Patricios no tiene línea media, no suma gente ni peso en la ofensiva, no llega al arco con claridad, no posee un armador de juego y las pocas situaciones de gol que crea las desperdicia increíblemente. Ahora, los nuestros no se quedan atrás.

Borghi volvió a probar con línea de tres, y se equivocó nuevamente. Mareque no está a gusto en el mediocampo, Caracoche tampoco estaba seguro saliendo a cubrir los laterales (tiene apenas unos partidos en Primera) y Moreira no puede cerrarse para convertirse en central. Gioda, a duras penas, es el puching ball que revienta todo lo que le pasa cerca. Para peor, los centros que caen en el área siguen siendo un problema sin solución entre los defensores y Assmann.

En el medio no hay ni marca ni juego. Herrón (¡capitán!) mostró la lentitud y falta de ritmo, Ledesma fue excesivamente lento en el traslado, y un tipo que no siente la marca fue nuevamente mandado por el entrenador a jugar al fondo. Los úlimos cinco minutos se fue de punta. Sólo una muestra del despropósito y el desorden en que se convertía el equipo.

Calello todo lo bueno que podía conseguir al quitar y robar pelotas lo convertía en malo al no entregar bien y generar contragolpes. Montenegro, con un bajón general que arrastra desde el inicio del campeonato, no participaba del juego, se lo vio molesto y otra vez errático en las decisiones que tomaba.


Arriba, es increíble la poca participación que le llega a Núñez, pero el delantero, que bajaba hasta casi tres cuartos del propio campo de Independiente, no llegaba nunca a pisar el área. Ismael Sosa, por otra parte, se comió un gol solo parado junto al palo, en la más clara que tuvo el Rojo en todo el partido, y jamás pudo sacarse de encima los insultos y hostigamientos de una hinchada que parece no darle más crédito.

Sólo Patricio Rodríguez, en casi 40 minutos, levantó aplausos y aunque tampoco brilló, puso algo del entusiasmo que se esperaba, de amor propio y ganas de revertir la situación. Ojalá el Patito comience a tener más minutos de juego.

Huracán hizo su negocio, sin técnico definido, con sólo algo de arrastre y empuje en el segundo tiempo, parecía el Milan de Arrigo Sacchi. Leandro Díaz marcó un golazo de chilena, y el 1 a 0 ya parecía imposible de remontar. Independiente llegó dos o tres veces al arco de Limia, nada más, el tiempo pasaba y ni siquiera había síntomas de que pudiera mejorar algo. Ingresaron Gandín y Centurión por Caracoche (nuevamente reemplazado) y Mareque. Tampoco aportaron nada nuevo.

En el vestuario, Borghi anunciaba que su camino en el fútbol argentino había llegado hasta acá. Del otro lado de la cordillera, quizás, lo esperen tiempos mejores. ¿Pepé se estará probando el traje de bombero nuevamente?

Emiliano Penelas

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